domingo, 27 de noviembre de 2011

Estrategias para dar valor a los contenidos digitales


La semana pasada se celebró en Madrid la edición anual de FICOD, la feria internacional de contenidos digitales. Como de costumbre, el programa era absolutamente interesante y como además de ir a congresos, hacer networking y autopromocionarse, es importante trabajar, acabé por perderme algunas de las ponencias que más me llamaban la atención.

Una de ellas era la realizada por iClaves para presentar su informe "El precio de los contenidos digitales. ¿Qué valor económico otorgan los ciudadanos a los contenidos digitales?". Considerando que trabajo en un sector que se basa en el F2P o Free To Play, me resulta muy interesante qué valor tienen para nuestro público los contenidos que les proporcionamos. Porque con el auge del 2.0, se nos llena la boca hablando de marketing de contenidos, pero a veces olvidamos que la oportunidad que ofrecen las nuevas tecnologías para difundir contenidos ha creado una generación de prosumidores, y la gente que difunde sus propios contenidos de forma gratuita, lógicamente, tiene dificultades a la hora de considerar que los contenidos que difunden los demás deban tener un precio.

Además de estos, también existe un núcleo importante de personas que parten del presupuesto de que Internet es gratis y punto. Es el eterno debate sobre los derechos de autor. ¿Hasta qué punto puedes cobrarme por un disco lo mismo que pago por una conexión a Internet con la que puedo descargarme los discos que quiera?

Este debate es largo y complejo y por tanto no se ajusta bien al formato de post. Sin embargo, lo que trasluce el informe de iClaves es que existe una buena predisposición a pagar por parte de la mitad de los usuarios que consumen contenido digital. Curioso contraste con la realidad de las personas que pagan a día de hoy por los contenidos digitales, que es francamente escasa en términos representativos.

En mi opinión, podemos encerrarnos en nuestra torre y exigir que valoren nuestro trabajo, podemos pedir menos, o podemos ofrecer algo más. La primera actitud es la de la SGAE, que ha sido reconocida este año como la institución peor valorada de España; creo que eso lo dice todo. La segunda actitud es la de opciones como Spotify, que por 10 euros al mes en su modalidad más cara ofrece acceso ilimitado y multidispositivo a un catálogo amplísimo de música; un precio que probablemente no es sostenible si no es pagado por un gran público, pero que al menos resulta suficientemente asequible como para aspirar a ese público mayoritario.

La tercera estrategia es la más creativa y me parece que se utiliza poco, por eso quería destacar el caso del lanzamiento del nuevo disco de Bigott (Grabaciones en el Mar, 2011). Un concepto a lo Charlie y la Fábrica de Chocolate: 10 de los discos contienen entradas ilimitadas a todos los conciertos de Bigott y uno de ellos, además, a todos los festivales en los que participe el artista.

Me parece una idea magistral. ¿Qué coste suponen para la discográfica esos 11 lotes de entradas? Probablemente, cero. Incluye el componente de reto y de azar, y hace que el disco sea un producto deseable, que la compra sea urgente.

Habrá que ver cuántas copias son capaces de vender (a mí personalmente me parece un disco maravilloso, además de un lanzamiento brillante; eso, claro, ayuda), pero a priori creo que las grandes discográficas deberían aprender algo de los pequeños sellos alguna vez.

domingo, 13 de noviembre de 2011

KISS

¿Han escuchado hablar del acrónimo KISS? Quiere decir "Keep It Simple, Stupid", y básicamente es un alegato minimalista. Se utiliza con muchísima frecuencia en publicidad (aunque hoy en día, viendo según qué anuncios, no lo parezca) y, sobre todo, en diseño gráfico.

[Excurso: Hace muy poco me reencontré con Dalber Candido (@dalbercandido), compañero de estudios en Sevilla, y me mostró GFDA, Good Fucking Design Advice. Su lema es muy parecido, solo que además de la simplicidad absoluta, incluyen la palabra "fucking" en todos sus consejos para diseñadores. Lamento decir que debo de tener una mentalidad muy infantil, porque me parece que en términos de efectividad, se multiplica por diez. Les recomiendo que echen un ojo a su web, de la que actualmente he sacado dos de mis tres fondos de pantalla.]

Pues bien, yo, que soy doña retorcida, que adoro las oraciones subordinadas, que no sé escribir sin llenarlo todo de comas, debo decir que estoy pensando mucho últimamente en lo de la simplicidad. Procuro hacer mis mensajes cada vez más cortos y más directos a pesar de mi tendencia casi incorregible a la narrativa.

Pero es que, además, es algo que deberíamos aplicar a todo lo que hacemos. A nuestra vida cotidiana (si alguien no te hace feliz, no le veas. Si tardas más en apuntar una tarea que en hacerla, hazla en lugar de dejarla para luego), por ejemplo.

Os traigo un ejemplo de simplicidad máxima: Sinuous (ya que estamos, diré que ese nombre, en cuanto a sencillez, es mejorable), un juego en HTML5 al que estoy segura de que se podría enganchar casi cualquiera. ¿Por qué? Porque es increíblemente sencillo. Pinchad sobre la imagen para probarlo.


Es muy difícil ser sencillo. Pero habrá que practicar.

sábado, 8 de octubre de 2011

Cuando el medio sí es el mensaje (y está bien hecho)

Un buen día, un amigo se suscribe en Spotify a una lista llamada "Esta lista no se escucha, se lee". Como en el "No pienses en un oso blanco", el impulso inmediato es abrirla para escucharla. Pero nunca llegas a ese punto, porque al abrir la lista te encuentras esto:


Y es probablemente el mejor CV del mundo.

En el sector de la publicidad casi todo el mundo conoce casos de CVs espectaculares. Y es que si hay un sector donde el personal branding tiene sentido, es este, evidentemente, porque es el único donde tienes que saber de branding, en primer lugar. Hay gente muy buena en publicidad y el primer paso es entrar en una agencia, un proceso que según tengo entendido se parece bastante a la Divina Comedia

En ese sentido, quizás a nadie le impresione gran cosa a priori, pero esta lista tiene más de 1000 suscriptores. Y a quien me pregunte por el call-to-action, las últimas canciones componen su nombre y número de teléfono.

Si alguien es capaz de escribir un CV con las piezas de puzzle que tiene a su servicio en una base de datos de canciones, entonces creo que es capaz de escribir cualquier cosa.

Estoy deseando tener que contratar un copy y poder encontrar uno así. La envidia me corroe, honestamente.

martes, 27 de septiembre de 2011

Privacidad, novedad y competencia: los cambios en Facebook

Si a estas alturas no te has enterado, probablemente no tienes Facebook: son tiempos de cambios en Facebook. Para algunos más que para otros, ya que van testando las funcionalidades nuevas en diferentes perfiles y, en el caso de cambios tan radicales, sembrando el desconcierto. ¿Qué ha pasado?

- Las suscripciones. Por algún motivo, las páginas no acaban de encajar con las funciones que tienen las cuentas de twitter. Yo, que sigo siendo una lingüista aficionada, deduzco que es un problema de que se llamase "Me gusta". Decir que alguien "te gusta" suele ser falso. Me interesa, en todo caso. Eso está resuelto: ahora puedes tener dos perfiles en uno, y distinguir "Amigos", con los que llevar una interacción más próxima y compartir más información, y "Suscriptores", filtrando las publicaciones para que completos desconocidos puedan seguirte sin compartir con ellos tu plan del viernes por la noche. Esto es un acierto increíble. A mí me permite borrar de un plumazo en torno a 150 amigos que en realidad son sitios o artistas que no migraron sus perfiles a páginas. Gracias, Facebook.

- Listas de contactos más sencillas. O eso parece. Un buen día, Facebook ha decidido que te interesa distinguir a tus mejores amigos de la gente que vive en tu zona, de la gente que trabaja contigo, y te los ha separado en listas. Que probablemente es una buena idea y que les permite competir con la fascinación que han ejercido sobre mucha gente los círculos de Google+. Pero que a quienes utilizábamos listas de contactos desde hace mucho tiempo de forma diferenciada lo que nos ha producido es un ruido inmenso en la gestión de con quién compartimos qué. Por dos motivos, que me parecen dos grandes errores: 

  • No advertir de que se van a producir los cambios y/o (a ser preferible, y) permitir elegir si queremos o no utilizarlos. ¿Recuerdan aquel Facebook que ahora suena añejo, donde uno añadía o quitaba cuadros (luego pestañas) para utilizar cada funcionalidad? ¿Dónde quedó aquella idea fantástica de Facebook como collage de opciones?
  • Olvidarse de lo que ya hacían bien (principio de "si funciona, no lo toques"); yo hacía mucho tiempo que tenía configurado un targeting por defecto. ¿Qué pasó? Durante los dos primeros días, tal cosa había desaparecido y cada publicación aparecía con las opciones de privacidad de la anterior. Nada recomendable para quienes creíamos que seguíamos ocultando nuestra actividad. Afortunadamente, y de nuevo gracias, Facebook, ahora se puede cambiar la privacidad sobre las publicaciones antiguas. Algo inmensamente práctico para los que somos dados a cambiar de vida, y necesitamos varias "listas negras".

- El ticker. O Teletipo. O Información inmediata. Según en qué grupo de testeo te encuentres. Consiste en una barra derecha donde se publica todo tipo de información sobre tus contactos. Y ahí viene el primer problema: todo tipo. Facebook se ha visto inundada de mensajes pidiendo a los contactos que se eliminen su suscripción (sí, puedes "desuscribirte" de tus amigos; porque, para qué engañarnos, también pasa al contrario y todos tenemos amigos a los que adoramos pero de los que no necesitamos tener información permanentemente. Pesados somos todos. Pregunten a mis contactos, si no) de los "Me gusta" y "Comentarios". Porque ahora, si tú publicas con tranquilidad un comentario sobre el estado de tu mejor amigo, inmediatamente es de dominio público. Curiosamente, mientras se hacen estos cambios nadie ha pensado en actualizar simultáneamente mi bienamada pestaña de "Configuración de la privacidad", que ahora mismo tiene un mensaje que resulta casi un despropósito de puro overpromise.


Gracias por la buena voluntad, pero no, no puedo controlar cómo me conecto, porque no tengo forma de permitir a qué quiero que se suscriban mis amigos, y eso sin haber activado el servicio de suscripciones. Llamar "Suscripción" a la información que reciben mis amistades implica que yo debería permitir la suscripción, ¿no? Se me ocurre...

- A cambio, con toda esta información inmediata y gracias al enlace de Facebook y Spotify, en el nuevo apartado de Música, en tu pestaña de Inicio y en teletipos puedes ver en tiempo real la música que escuchan tus amigos. Hace unos días que está siendo una delicia sincronizar bandas sonoras con mis contactos. Incluso a pesar de los fallos previsibles en un lanzamiento, como no poder abrir directamente playlists y discos desde Facebook, que son un incordio, pero espero que se solucionen próximamente.

- El timeline: y esto es m-a-r-a-v-i-l-l-o-s-o. Si aún no lo han cotilleado, pueden esperar al próximo fin de semana, o seguir este tutorial de AERCO. Yo ya no podría vivir sin él. Es tan bonito, tan agradable y tan sencillo que simplemente apetece utilizarlo, cosa que no sucedía con el perfil anterior. Es como tener un scrapbook donde eliges qué destacar y en qué momento. Con eso, Facebook consigue atraer incluso contenidos anteriores a su creación: la inclusión de hitos vitales, que se reflejan también en el nuevo mapa, puedes dejar constancia de algunos de los momentos más importantes de tu vida. Y si no lo eran, no pasa nada: puedes expandir cualquier publicación anterior que pareciera intrascendente para darle protagonismo en tu perfil. Por una vez, Facebook ha creado un desarrollo realmente flexible, que permite múltiples usos. El timeline es un diez.

- Los titulares: y esto, francamente, me pone de muy mal humor. Porque después de haber vuelto a cambiar la configuración de mi página de inicio para ver a todos mis amigos y de haberme tomado el trabajo de ocultar una a una a personas y páginas menos interesantes, me encuentro con que ahora es Facebook quien decide mi dieta informativa. Entre las publicaciones de mis amigos. Se acabó la ordenación cronológica: ahora el concepto de tweetstar también rige Facebook. Me ha pasado un poco igual con el descenso de las notificaciones por e-mail: quizá lo agradezca, pero me pregunto por qué esa condescendencia que te hace pensar que veo todas las noticias o recibo todo por e-mail porque no quiero cambiarlo, en lugar de porque prefiero tener accesible toda la información en todas partes.


En conjunto, me queda la pregunta de si no es posible dar a los usuarios el poder de decisión sobre su propia información (producida y consumida). Creo que el pavor ante la aparición de otras redes con potencial (y dejémoslo ahí, porque de momento Google+ no deja de oler a globo pinchado) no debería producir una avalancha de cambios mal testados (desde aquí hago un llamamiento a Facebook para contratar testers. No me parece serio, tampoco, que tengamos que ser los usuarios quienes valoremos sus traducciones. El prosumo tiene límites, me parece) y que pueden producir un pánico colectivo al perder el control sobre lo que hacen en una página que para mucha gente empieza a parecer, como decía una amiga, "su sitio en el mundo".

¿Y tú, qué piensas de todo esto?

Otras opiniones y más información:
- Una infografía muy ilustrativa sobre el timeline, en RRHH Socialmedia (Social Media Network)
- La relación entre los cambios de Facebook y su competencia, en RTVE.
- Las novedades en gestión del flujo de información, por La chica del Facebook.
- Los problemas con la configuración de privacidad, en Portaltic.
- Novedades de aplicaciones, por Ricardo Mena para AB Internet.
- Una visión sobre la privacidad, por Enrique Dans.
- La relación entre la nueva API y la privacidad, en TIC Beat.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Decir no

Hoy me parece un día perfecto para retomar el blog. Y es que hoy hace un año que rechacé un trabajo.

En estos tiempos de crisis es evidente que las condiciones empeoran, que hay que estar a la que salta, y así una sucesión de frases hechas que no me voy a molestar en repetir porque todos hemos oído mil veces ya, pero que creo que se resumen perfectamente en este reciente artículo de Expansión que promueve la vuelta a la beca después de un parón en la carrera profesional como solución a todos los males.

Sí, la argumentación se sostiene, probablemente, pero me van a perdonar que hoy, en homenaje a la dignidad que mostré hace un año, saque la vena de doctoranda en Sociología y me atreva a dudar de que una argumentación sólida sea por sí misma una muestra de verdad.

Hablo, por supuesto, desde la posición privilegiada de quien cuenta con recursos de muchos tipos que se pueden resumir en un trabajo a jornada completa que me apasiona, una serie de clientes satisfechos y recurrentes que son capaces de valorar que me importen los detalles, una red de contactos de gente con la que se puede tener conversaciones maravillosas y que además consideran que puedo aportarles algo, y, perdónenme también la falta de modestia, de mucho trabajo a mis espaldas, parte del cual incluso me hace sentir orgullosa.

Pero desde esta posición, no, indudablemente no es mejor tener una beca que estar sin trabajo.

Bajo el mito, la frase hecha, de "que la inspiración te pille trabajando", bajo la inercia de estos tiempos de inestabilidad, de trabajo por proyectos y de ser polivalente o morir en el intento, es complicado decir esto y plantarse. Pero me parece necesario recordar que sea cual sea el compromiso que adquiere una persona al entrar en una empresa, tiene una serie de implicaciones:

1) Tienes un trabajo que hacer.
2) Tienes que hacerlo bien.
3) Eso requiere tiempo y energía.

Creo que hasta aquí estamos todos de acuerdo.

Pues bien, a partir de aquí, una beca que no soluciona las necesidades económicas fundamentales de cualquiera (y que, desde mi posición privilegiada de nuevo, puedo resumir en techo, comida, relación con los demás -cada día más difícil de realizar gratis-, reciclaje permanente -lo cual implica el consumo de bienes culturales- y un mínimo de paz mental y tiempo para uno mismo) es una mala idea.

Porque tenemos que darnos cuenta de que tener necesidad de seguir aprendiendo permanentemente no es algo que implique que pueda ser normal tener tres trabajos (mañanas, tardes, y fines de semana), porque entonces todo lo demás se resiente.

¿Realmente queremos hacer mal un trabajo por falta de tiempo y energía? Si la motivación es hacer CV y demostrar que seguimos activos, ¿no deberíamos demostrar resultados, sea lo que sea lo que hagamos? ¿No es preferible decir "no" si no damos abasto que cargar con algo que mina nuestro resultado profesional y nuestra vida personal?

Evidentemente hay casos de necesidad. Pero no creo, sinceramente, que sea el público de Expansión, ni el de este blog. Ese público cree fervientemente en el marketing personal y a veces parece que se olvida de que una de las P's del Marketing es la de Precio.

Hace un año, yo rechacé un trabajo porque era un error estratégico. Estaba en el paro y estaba asustada, como es normal, porque a pesar de haber estado estudiando, un parón de un año en una carrera profesional siempre es algo difícil de justificar. Porque la situación económica y laboral está en ese punto lleno de frases hechas al que he dicho que no voy a referirme más. Pero tuve que plantarme, y decir no. Porque me pedían un compromiso al que ellos no respondían y al que yo no sería capaz de responder si necesitaba complementar mis ingresos. Y, la verdad, porque ni siquiera era lo que quería hacer.

Mi jefe bromea a veces con que si me despidiera, seguiría trabajando a escondidas, y probablemente tiene parte de razón. Me apasiona mi trabajo actual y no podría dejar de hacerlo. No podría dejar de interesarme, de investigar, de probar, de aprender. En esas condiciones, puedo llegar a aceptar que una beca sea una opción preferible que estar en el paro. Pero, y no se lo van a creer, mi jefe, además, entiende que para que sea feliz, proactiva y tenga resultados, tengo que comer y dormir todos los días.

Será que estamos locos.

viernes, 3 de junio de 2011

RSC: la teoría convertida en práctica en el caso XUL

Hace unos años (no muchos, cierto es), cuando estaba acabando la carrera, estaba apasionada con el tema de la responsabilidad corporativa. Por aquel entonces en élogos estábamos empezando con el proyecto de RSC tanto a nivel interno como externo y tuve la suerte de estar en el germen (creo que es una suerte que me está acompañando en mi vida laboral y por la que doy gracias: no paro de aprender cosas) y de poder aprender muchísimo junto al resto de las personas que construimos (y que hoy siguen construyendo) aquello. Me interesó tanto que mi proyecto de fin de carrera se dirigió hacia la implantación de un plan de RSC en PYMES. Confesaré, con distancia, que el proyecto estaba un poco cojo, aunque tenía ideas que posteriormente me han servido al menos para regalar a otra gente metida en la misma aventura.

Ayer me resultó curioso que una de mis nuevas compañeras me preguntase por el tema. Sólo han pasado unos pocos años pero parece que todo lo que estaba por venir llegó (en menor medida de lo que se esperaba, eso sí). La acción social fagocitó la idea de empresa responsable, y sólo una idea bastante más publicitaria que real de ecología le hizo sombra. La dimensión interna de la RSC quedó excluida, mirando desde un rincón a la legislación laboral, que tampoco fue necesariamente a mejor, o reservada para lo que se sigue llamando "una empresa tipo Google".

Supongo que es sobre todo por mi carácter, pero personalmente me parecía mucho más relevante la dimensión interna. Lo que yo entiendo por responsabilidad tiene mucho que ver (aquí llega mi yo-pedante) con una idea kantiana de lo que debería ser la ética. Y eso se demuestra más bien con la gente de tu entorno que con la gente que te saluda desde lejos: más con tus empleados que con tus clientes.

En estos años mi pasión por la RSC ha ido decayendo, en parte por un cierto cinismo que no me ha quedado más remedio que desarrollar como respuesta al cinismo que mostraban, también, el resto de los actores implicados. No señalaré: ya sabéis que no me gusta. Pero busquen "empresas responsables" aleatoriamente y mírenlas de cerca. No creo que haya muchas que salgan bien paradas.

Y sin embargo, en las últimas semanas he encontrado casos reales para volver a creer en la RSC. Mi propia empresa, en la que nos pasamos ayer la tarde analizando la cultura y los valores corporativos y tuve la satisfacción de comprobar que estoy en un entorno que cumple lo que promete: que sabe cómo quiere ser, que ya es así en gran medida, y que está dispuesto a modificar lo necesario para mantener unos valores que no sólo recitamos sino ejemplificamos, todos nosotros, con nuestro comportamiento diario. Y el caso de XUL, que me parece incluso más valioso en tanto que hay que tener mucho más valor para reinventarse que para inventarse a secas.

Después de doce años de experiencia, han concluido que pueden hacerlo mejor. Así que han emprendido un proceso de "Cambio y tuits": "Es un proceso participativo de gestión del cambio en XUL en el que durante una semana vamos a trabajar de forma participativa y abierta todos los miembros de XUL junto a amigos, clientes y colaboradores en la definición de varios aspectos clave de nuestra empresa."

Por una vez, y espero que sea sólo el principio, una empresa que se atreve a hablar de principios activos y de centrarse en las personas, ha decidido poner a sus personas a elegir activamente cómo quieren que sea la empresa que componen. No sólo es original, no sólo es interesante. Es fundamental, es necesario.

Y es inmensamente práctico.

La semana pasada publicaban en El País un artículo titulado "Más felices, más productivos" y, llegados a este punto, no deja de sorprenderme que siga haciendo falta publicar semejantes cosas. Es evidente. ¿Qué vamos a hacer con más ganas, con menos prisas, con más creatividad, que aquello que nos hace felices? [Quizás distraernos. Pero procrastinar es parte integrante del proceso creativo]. Las personas más felices, las que trabajan en grupo, las que tienen margen para cometer errores, son mucho más creativas y obtienen mejores resultados, y más rápido. ¿Una muestra? Si han estado en el proceso de reestructuración de cultura corporativa de alguna empresa sabrán que normalmente lleva meses elegir las prioridades, los valores, los comportamientos, el reflejo que todos estos elementos tendrán sobre la estrategia...

En XUL, en cuatro días "maratonianos", han pedido a sus empleados que trabajen juntos (y junto a otros colectivos clave) para definir cómo quieren a su empresa. Han trabajado todos juntos y uno de los días se han dividido en equipos de trabajo, cada uno de los cuales se ha centrado en un tema o área funcional. Dedicando tiempo a aprender, a descubrir (herramientas, procesos...), a debatir y a reflexionar, han definido:
  • Sus valores corporativos. Que, créanme: funcionan mejor cuando se trata de encontrarlos entre todos que de imponerlos a una plantilla que no encaja con ellos. Así que estoy segura de que XUL cumplirá con las ideas de implicación, responsabilidad, compromiso y creatividad (por la persona que conozco y que ya trabaja allí, no puedo tener la menor duda). Y no soy la única: en la entrada del blog en la que desarrollan la misión, visión y valores, alguien ha dejado el mejor comentario que se puede hacer: "Leer estas lineas es como ver al equipo de Xul, avanti tutta!"
  • Su estrategia de marca. A grandes rasgos, claro: siempre hay tiempo para seguir desarrollando una estrategia. 
  • Su estrategia de servicios. ¿Por qué las empresas no hacen partícipes a sus empleados de estos procesos de decisión? ¿Y si supieran hacer algo con una gran proyección de mercado pero no tuvieran canales para decirlo? ¿Y si la empresa se obsesiona en realizar un servicio con el equipo equivocado?
  • Toda una serie de conclusiones, en fin, que explican mejor ellos en esta otra entrada de presentación de resultados
En el proceso, han involucrado a personas que no conocían la empresa, y han seguido la maratón por Twitter y Facebook. A clientes, que comentan y hacen preguntas desde la página en Facebook. A los empleados, "tan motivados que han desarrollado un lema". 

Participación. Formación. Diálogo. Si alguien sigue creyendo que todas esas cosas, por intangibles, no son "rentables", quizás es mejor que cambie de planeta. Por su bien. 

lunes, 16 de mayo de 2011

¿American Psycho 2.0? Klout no perdona

Bueno, pues a estas alturas hay algo que creo que sabemos todos: Blogger ha tenido la semana pasada la peor caída de su historia. Está siendo una primavera tonta, la de este 2011. Primero, la caída de Amazon generando dudas sobre el cloud computing, y ahora 2 días sin Blogger.

Yo me he incorporado a un nuevo trabajo el pasado martes, y mi llegada a las oficinas de París para el plan de acogida ha coincidido precisamente con un problema con nuestro proveedor de Internet que ha tenido sin conexión a todos los equipos fijos (la WiFi, afortundamente, iba). Trabajo en una empresa de juegos online. Imaginen. Absolutamente nada que hacer. Es un sitio donde "trabajar en local" es una expresión con muy poco sentido. Eso es fabuloso, claro está. Permite que el producto se actualice enseguida, que tengas agilidad para introducir cambios, que te comuniques con la comunidad de jugadores en tiempo virtual. Pero, claro, genera nuevas dependencias.

No pasa nada. Antes, cuando se iba la luz tampoco se podía trabajar (y además, en según qué edificios, era incluso algo siniestro). La caída de Amazon fue bastante seria, sí, pero incluso después de unos días sin Hootsuite se pudo vivir. Y, honestamente, no creo que esto implique que hay más problemas de seguridad que cuando se trabaja sobre servidores propios. Pero en fin. Para gustos los colores. Y toda tecnología necesita a sus apocalípticos, supongo.

El caso es que se cae Blogger y mi TL de Twitter se vuelve loca. Y yo, que últimamente actualizo a finales de semana, directamente doy por perdida mi actualización semanal. Honestamente, tampoco pasa nada. ¿Seguro?

Porque en cualquier presentación sobre SEO te advierten de las penalizaciones que un blog recibe por parte de los buscadores cuando se deja de actualizar. Y debo confesar que pensaba que era un mito pero mi posicionamiento en Google, que me había parecido muy rápido, cayó en picado durante una racha de mucho trabajo a mediados de abril. Y supongo que ahora andará igual. Desaparecido en torno a la quinta página de resultados, que es como no existir.

A finales de abril, también, modificaron el algoritmo de Klout para hacerlo más exigente; y ahora penaliza a aquellos usuarios que tenemos una mala semana y no podemos andar mucho por estos lares. Por si alguien no lo conoce, Klout es una herramienta de medición de la influencia online que aunque está en beta se define con el ambicioso claim "The standard for influence", nada menos. Es una herramienta interesante, la verdad, y además tiene el mismo punto a su favor que le veo a Foursquare: si me das una lista de chapas-trofeos-logros-álbumdecromos para coleccionar, es probable que me acabe enganchando. Me parece algo práctico para complementar las estadísticas de Facebook, que son regulares, la verdad. Y es una herramienta muy intuitiva para ver qué tal funciona tu cuenta de Twitter. Si no digo que no.

Digo que cuando alguien viene con su Klout por bandera, da miedo. ¿Han visto, o leído, American Psycho? ¿Recuerdan esa famosa escena con las tarjetas de visita? A mí me pone los pelos de punta.


Así que, en realidad, siendo sincera, no tengo problema alguno con Klout. Tengo un problema con que Klout aparezca junto a mi nombre en mi perfil de Twitter, es decir, tengo un problema con la integración de Klout en clientes como Hootsuite, y tengo un problema muy serio con el concepto de la tarjeta de visita. Y es que, ya lo dije, de cuando en cuando me sale un punto rancio en el que hecho de menos la vida antes de que todo fuese monitorizable. Todos sabemos, o intuimos, al menos, quién es más influyente que nosotros. No hay necesidad, creo yo, de que a la hora de agregar a alguien me lo coloquen numéricamente en una escala que, además, no me parece realista (otra cosa es que sí me parece interesante su clasificación en tipos de usuarios, que te coloca en diferentes cuadrantes de una matriz en función del tipo de interacciones). Es como el número de followers: mientras la gente siga a otros sin ningún criterio, ¿qué información me da a mí la gente que te sigue?

Puede que tengas un número muy reducido de seguidores, muy selectos. Y que esos no se pierdan ni uno solo de tus tweets. Puede que tengas un montón de seguidores que prácticamente no leen: sólo publican su propio contenido, y siguen a todo el que les sigue. Puede que consigas muchos RT a costa de lo que en IRC se llamaba floodear, no sé si en Twitter tiene un nombre: programar tus publicaciones para colapsar las pantallas de tus seguidores y que todo lo que vean, a cualquier hora, sea tuyo. Pues bien, eso te hará popular. Pero inaguantable.

Honestamente, me gusta saber cuánta gente disfruta con lo que leo, no cuantos me hacen un #ff para ver si se lo devuelvo. Me gusta saber a cuánta gente le resulta interesante el contenido que comparto. Me gusta reconocer a los demás esa capacidad de compartir o crear buen contenido; no necesito que me lo agradezcan públicamente. Nunca he hecho un RT buscando que me mencionen. Dios me libre.

Probablemente me lo esté montando fatal, y de hecho Klout ya me está castigando. Pero, ¿saben qué? Una de las cosas más bonitas que aprendí en el #8DíaC es que hay gente que en su tarjeta de visita tiene puesto "Ser Humano". Yo, de momento, me contento con ser groupie, sin más cargo que ese. Me da la sensación de que mientras agregue a la gente que me divierte y no a la que me conviene, mientras vaya a los sitios a ver y no a dejarme ver, escriba sobre lo que me interese y cuando mi maravilloso trabajo nuevo me lo permita, seguiré disfrutando de lo que hago. Y sin disfrutar, no se comunica, señores, créanme.